viernes, 6 de abril de 2012

Artikulua: XXI. mendeko eskola





Nuestra sociedad necesita otra escuela. La que tenemos no se corresponde ya, con  los cambios que  nuestro mundo ha experimentado. No enseñamos la ciencia que hoy explica el mundo, y lo que enseñamos no se fundamenta en las investigaciones psicológicas actuales. Se está produciendo un profundo cambio de paradigmas en todos los ámbitos sociales y la escuela sigue anclada  en una transmisión cultural arcaica y sin sentido. Solo hay que observar  las transformaciones económicas, políticas e incluso éticas que estamos viviendo. Y la escuela parece como si estuviese al margen.

Hay un sentir general de que los sistemas educativos no sirven ya a las demandas  educacionales que nos plantea la sociedad. La educación recibida se diluye  ante tantos cambios y son otro tipo de agentes los que determinan la capacidad para adaptarse a esa nueva realidad.

Todavía  hablamos de Educación General Básica, o de educación primaria, incluso de escuela elemental, lo cual refleja una visión de mínimos que ya no sirven en las sociedades desarrolladas. Ese enfoque tenía sentido cuando  los sistemas educativos se planteaban la necesidad de ofrecer a toda su población una educación por lo menos elemental. Ante la limitación de recursos era necesario garantizar unos mínimos para toda la infancia. Era la escuela de las cuatro reglas, de los aprendizajes básicos en espera de que algunos, quizá la mayoría, pudiesen seguir aprendiendo. Para ellos se había  preparado las enseñanzas secundarias (que, como su nombre indica, continúan a las primarias), las enseñanzas medias, puente para la enseñanza superior.

REPLANTEARSE LOS OBJETIVOS.

No es sostenible semejante planteamiento. Los países desarrollados no pueden seguir concibiendo el proceso educativo  desde el ángulo de los mínimos cuando sus recursos son recursos suficientes. Es preciso cambiar de rumbo. Los sistemas educativos  deben construirse al servicio del desarrollo pleno de las potencialidades de cada alumno. No es suficiente con ofrecerles lo mínimo. La  preparación para incorporarse a la vida social que  se demanda a la escuela no está ya vinculado a una competencia profesional, sino a una mayor autonomía personal.

La profesión no es ya el horizonte del proceso educativo. El horizonte es la capacidad de ser persona en un mundo cambiante en el que las relaciones humanas, los valores éticos y las destrezas profesionales se modifican permanentemente. Cuanto más incertidumbre, mayor desarrollo personal; a mayor inseguridad, mayor preparación  para lo  desconocido. Ante tanto desconcierto, más confianza en uno mismo. Es la educación en valores.

Lo importante es conseguir que nuestros alumnos se sientan bien consigo mismos y que, ante el escenario de su realidad, encuentren su propio proyecto personal. En ese marco- sentirse bien y buscar un camino- serán perfectamente capaces de  encontrar  su competencia profesional sin perder la tranquilidad interior. Es necesario replantearse los objetivos de la escuela.

No tiene sentido seguir hablando tan solo de que sepan leer, escribir y calcular, cuando  se está produciendo  tal cúmulo de cambios a nivel sociológico y a escala mundial. Necesitamos una escuela en la que se presente de otra manera la cultura. Mucho más abierta a la realidad pluricultural que impregna nuestra convivencia, liberada del texto escrito, con una organización más abierta  y en la que las relaciones sean más flexibles y democráticas, donde se vivan los valores propios de una ética cívica y en la que se  admitan la diversidad axiológica propia de sociedades plurales. Sin que eso signifique que tengan que dejar de leer, escribir y calcular.

PIKE Y SELBY 1994. Proponen  cinco nuevos objetivos  para  la educación del próximo milenio.

En primer lugar tenemos que enseñar a nuestros alumnos a pensar de un modo sistémico. No sirven  estructuras mentales basadas en las dualidades de la causa y el efecto, la razón y la emoción, el problema y la solución. Los alumnos tienen que aprender que los fenómenos  y los sucesos están unidos en una compleja red,  interactiva, multiconectada en la que  el efecto es también causa de su propia causa y que las soluciones, en el mejor de los casos, son ajustes útiles del sistema.

El mundo es una realidad sistémica que va desde lo personal a lo global y que el pasado, el presente y el futuro interactúan  en todos los ámbitos. Y nosotros mismos no somos compartimentos estancos a base de cuerpo, emoción, inteligencia y espíritu. Somos una realidad  única que solo podrá entenderse si nuestras capacidades se desarrollan al servicio de la autonomía personal.

En segundo lugar tenemos que enseñar a nuestros alumnos el sentido de la perspectiva. No hay una única explicación de la realidad, cada uno la interpreta desde un esquema de pensamiento propio y que ese esquema no puede universalizarse. Ese sentido de la perspectiva va a enseñarles, en consecuencia, un sentido de la receptividad. Es necesario escuchar al otro, atender sus puntos de vista, y de esta manera encontrar mayor convicción para sostener los nuestros y enriquecerlos en el intercambio mutuo.

En tercer lugar, la escuela tiene que enseñar a sus alumnos otra forma de “estar en el mundo”. Un sistema tan complejo no puede reducirse a  vida social y vida particular, a ocio y trabajo, a situación personal y contexto sociológico. Tiene que aprender que las condiciones, las tendencias y los desarrollos son globales, que los conceptos de justicia, los derechos humanos y la responsabilidad siempre son colectivos y no individuales. Hay que enseñarles a construir el futuro, a “darse cuenta” que un futuro será posible, o probable, en función de como abordemos el presente.

En cuarto lugar, el nuevo objetivo de la escuela, como consecuencia de los tres anteriores, se propone enseñar a sus alumnos  que no se puede vivir sin participar, que nuestra forma de vida, por muy individual que sea tiene influencias en la colectividad. Que lo que ahora decidimos marca el futuro. Tanto si no actuamos como si actuamos de una u otra manera.

Por lo tanto, los alumnos tienen que participar en la escuela, tienen  que ser ellos los que tomen la iniciativa. Estos objetivos no son afirmaciones filosóficas más o menos solemnes, sino referentes de otra manera de organizar  el proceso de enseñanza aprendizaje.

Y en quinto lugar, la escuela tiene que enseñar a sus alumnos que la experiencia escolar no es un compartimento estanco dentro del marco de su desarrollo personal. Todo influye en su  propio  crecimiento y que éste también esta condicionado por su experiencia escolar. En estos momentos, la experiencia escolar es el único espacio para la reflexión, para el análisis, donde la experiencia vital, afectiva, intelectual, moral y social, puede “valorarse” para “acrisolarla” (desapareciendo como hace el crisol), y así enriquecerla ayudando a su construcción.

Son varios los autores que empiezan a proponer formulaciones distintas para los objetivos. Hemos preferido  intentar nuestra propia formulación aún a sabiendas que es producto de otras muchas.

NUESTRA PROPUESTA.

1.  La escuela tiene que intentar educar para que las personas tengan conciencia de su propia identidad.
Tenemos que enseñar a que cada uno se asuma a si mismo, desde la autoconciencia de saberse dotado de una serie de capacidades físicas, intelectuales, emocionales y espirituales.
El objetivo fundamental de la educación del próximo siglo es tratar de conseguir que cada uno sea el mismo y no se deje llevar por la ingente cantidad de estímulos y reclamos, que pueden  hacerle vivir “fuera de si  mismo”.
2. Ese primer objetivo implica otros dos concatenados con él. Enseñar a saber comprender otros puntos de vista, reconocer que el propio no es el único aunque sea en el que deseamos vivir, e interesarse por  los estilos de vida ajenos, de las otras culturas.
La propia identidad no es una construcción en contra de nadie sino integradora de todos. Tenemos que enseñar a nuestros alumnos a que vivan como quieran vivir pero que ese vivir sea producto de una elaboración reflexiva y crítica a partir de lo que les rodea.
3. Ello exige a la educación  tratar de que sus alumnos aprendan a pensar en el marco de la complejidad, de la interdependencia, de lo sistémico, que es hoy el tipo de pensamiento en el que se refleja lo más humano de nosotros mismos.
Se trata de la posibilidad de que se incorporen a los componentes esenciales de nuestra cultura, no a  destrezas marginales y reduccionistas.
4. Por eso es preciso enseñar a nuestros alumnos valores como sentido del desarrollo, sensibilidad internacional, compromiso con formas de vida sanas, deseo de superación permanente, no como hazaña personal sino como intento para toda la colectividad que ya es algo mundial.
5. Tenemos que asegurarnos de que les enseñamos lo que sabemos para que puedan  sentirse dueños de la tierra pero tenemos que enseñárselo en el marco de unos valores sin los que, tanto saber, puede convertirse en un elemento de autodestrucción.
Tenemos que saber para poder vivir en paz, tenemos que saber para conservar, tenemos que saber para vivir mejor, nosotros y los que vengan detrás. Y eso tienen que aprenderlo en la escuela.
6. Los objetivos de la nueva escuela tienen dos polos tensados como  las puntas de un arco. En uno estaría lo que hemos llamado enseñarles su propia identidad en un mundo múltiple, pero en el otro tenemos que enseñarles a ser ellos mismos  como manera de vivir su propia libertad. Enseñarles a ser libres desde la autoestima y valoración critica de si mismos y enseñarles a ser libres hacia mayores cotas de libertad colectiva e individual.
El gran reto para la educación del siglo XXI va a consistir en  descubrir formas más humanas de libertad. Y si son formas humanas serán siempre formas inteligentes, y si son inteligentes serán también formas éticas de libertad. Libertad  para no soportar la opresión, cualquier forma de opresión. Libertad para poder decidir lo que queremos decidir en el respeto profundo a las decisiones de los demás. No imponer pero tampoco dejarnos dominar.
7. La creatividad es, consecuentemente, otro de los objetivos fundamentales. Lo que haya que saber cada vez va a ser más fácil encontrarlo y hasta aprenderlo. Pero qué hacer con lo que sabemos, cómo utilizarlo, cómo reinventarlo, es la gran labor del pensamiento creativo. Podríamos decir -extrapolando la afirmación hacia el infinito- “lo vamos a saber todo, incluso todos van a saber todo, pero ¿qué hacer con tanto saber? ¿cómo soportar la sabiduría?. Sólo hay una salida: Invitándoles desde la escuela a encontrar sus propios caminos. Ayudándoles a que encuentren sus propios proyectos de vida.
Tenemos que volver al cultivo intenso de la imaginación. Imaginación que predice y planifica, que supera la propia experiencia personal y sabe comprender las experiencias y las vivencias de otros. Imaginación para encontrar solución a tantos problemas y para tomar decisiones que no están implícitas en  el escenario de lo que hay que decidir.
8. Las habilidades sociales es otra de las dimensiones que la escuela tiene que fomentar como objetivo fundamental. Ser capaz de aclarar los estados de deseo, los sentimientos, las preferencias, saberlos compartir con los demás. Son muchos años enseñando que éste es un mundo oscuro, que no se puede explicar “analíticamente”, para reconocer que la tarea es difícil.
Las habilidades sociales van a romper el dogmatismo de las ideologías, van a posibilitar unas relaciones interpersonales hechas a base de negociación, de cooperación, de consenso, en el que todos tengamos que vivir soportando los conflictos y siendo hábiles en su reconducción.
9. En último lugar, sólo en sentido cronológico, la escuela tiene que enseñar a vivir en la incertidumbre y en la ambigüedad, asumiendo riesgos y envueltos en la inseguridad. No es posible garantizar casi nada. Todo está por llegar y en esa semioscuridad es en la que los hombres del siglo XXI tienen que intentar ser más humanos.
Las posibilidades son casi infinitas pero el riesgo de la autodestrucción es también de dimensiones cósmicas. Hablar en este contexto de prepararles para vivir una profesión resulta pueril y casi sin sentido. El tema es mucho más profundo.
La escuela tiene que enseñarles mucho, porque nuestra cultura sabe mucho. En todos los campos. Pero tiene que enseñárselo sin que, al aprenderlo, nos destruyamos poco a poco. Nuestra sociedad ha erradicado el dolor como situación permanente de vida, nuestros hijos crecen en la satisfacción, pueden ser capaces de conseguir casi todo lo que se proponen, pero es frecuente comprobar que nadie sabe para qué tantas oportunidades. El peligro es el absurdo y la falta de sentido.

En definitiva tenemos que enseñar a nuestros alumnos a que aprendan de forma activa y crítica lo cual significa que serán capaces

de imaginar, de crear, de comparar, de expresarse, de ordenar, de categorizar, de reformular, de comprobar, de formular hipótesis, de reorganizar, de evaluar.

POSTMAN Y WEINGARTNER  1973 lo han llamado el método heurístico.

La experiencia escolar tendría que proporcionarles un perfil en el que fuese evidente:

- la confianza en su propia capacidad de aprender.
-el disfrute en solucionar problemas.
-la capacidad de discernir entre lo importante y lo que no lo es.
-que confían más en su entorno que en la autoridad.
-que saben reconocer sus limitaciones y equivocaciones.
-que no se precipitan en las respuestas, y que buscan siempre más información.
-que saben escuchar.
-que no necesitan respuestas absolutas.


Tenemos que garantizar,  que vamos a enseñar a nuestros alumnos a saber pensar en el marco de un “pensamiento complejo”. MORIN 1995.

Ya no es válida la visión cartesiana que  explica la realidad desde el paradigma  de la simplicidad (reducir lo complejo a simple) que se apoya en el principio de disyunción que fomenta una explicación dual, mente/cuerpo, sujeto/objeto, filosofía /ciencia, biología/física, causa/efecto y en el que siempre o casi siempre, a la hora de explicar algo se ha eliminado el “ruido de fondo” del azar, del desorden, de la ambigüedad, y de la incertidumbre.

Tenemos que enseñar a pensar desde la “totalidad”, pues todos los elementos forman parte de un sistema en el que las estrategias de comprensión se apoyan en la interrelación que implica interdependencia e interacción, en la naturaleza dinámica de lo que existe o se crea, pues las estructuras son flexibles, y en la auto-organización ya que cada componente establece su propio orden para si y en relación con el entorno.

LOS CONTENIDOS DE LA ENSEÑANZA.
Si hay que modificar los objetivos, también hay que replantearse los contenidos. Hasta ahora la escuela esta ofreciendo a sus alumnos unos contenidos “androcéntricos y etnocéntricos”, machistas, nacionalistas, organizados en una estructura rígida y compartimentada, proponiendo que se comprendan solo con una metodología analítica.
Los contenidos tienen que organizarse de manera diferente. Frente a esa compartimentación, es preciso una organización “holística”, un enfoque globalizador, una presentación “interdisciplinar”. Una interdisciplinariedad, orientada a la resolución de problemas, que enseña las interferencias y las interrelaciones, que trata de que se comprenda  la unidad en la diversidad.
Hay que volver a la organización fundamental. Adquisiciones instrumentales y todo lo demás. Adquisición de  destrezas, cultivo de habilidades y el resto.
Competencia plena en lo instrumental no sólo reducido a las cuatro reglas, que por supuesto se incluyen sino, a todo ese conjunto de habilidades sociales, motrices, de razonamiento, de sensibilidad, de talante democrático que son tan necesarias como las cuatro reglas lo fueron al comienzo del siglo XX. La escuela no puede enseñar lo mismo que enseñaba hace cien años.
Incluso hay destrezas nuevas que no había entonces. Alfabetizaciones que en aquel momento no podían preverse. El manejo de más de un idioma. El uso de los recursos informáticos. La comprensión de lenguajes no verbales  a través de los que mayoritariamente nos comunicamos. La escuela tiene que enseñar hoy a comunicarse – en su doble dimensión de  comprensión y expresión,- con la imagen, con el lenguaje publicitario, con los sonidos y el gesto.
En esa nueva organización de los contenidos hay que diseñar una estrategia de ayuda al manejo de todos los saberes instrumentales que hemos diseñado al tiempo que se presenta la realidad  que hay que comprender en un enfoque intercultural. Si estamos en una “aldea global” la comprensión del mundo tiene que presentarse desde esa globalidad. No tiene sentido, impide el desarrollo de un pensamiento “complejo” seguir presentado los contenidos por  áreas compartimentadas y por visiones nacionalistas estrechas.
Es inadecuada esa concepción de  que la cultura es algo creado por los sectores sociales dominantes y que la escuela tiene que reducirse a asimilarla. Pero tampoco es válida la idea postmodernista de que no es posible el diálogo intercultural que siempre daría lugar a la aniquilación de los más débiles.
Hay otra concepción de cultura, más dinámica, en la que cada persona, al ir adquiriendo las “herramientas” que posee su cultura (saberes instrumentales), la recrea y reconstruye. Hacemos cultura al aprender la cultura, no sólo asimilamos lo que otros han hecho.
A.PEREZ ha hablado de cultura escolar como construcción transitiva desde una cultura popular a una cultura científica. Una cultura escolar en la que al aprender lo que pretendemos, pasamos de la cultura que estamos “viviendo” en nuestro entorno (y esa vivencia es una vivencia “mundial” gracias a los medios de comunicación) a una cultura crítica, asumida al desarrollar para comprenderla, ese pensamiento complejo que nos proporciona autonomía.
Si la cultura escolar es el puente de transmisión entre cultura popular (sería más adecuado denominarla medio ambiental) y la cultura crítica, tendrá que conectar con las dos orillas. Y la cultura medioambiental no se rige por patrones disciplinares. Si presentamos de esa manera lo que hay que aprender nos quedaremos en la mitad del puente. El saber escolar será un saber que solo sirve para la escuela.
Lo coherente es que los contenidos  a aprender se organicen en torno a “invariantes culturales”, tendría que ofrecerse en forma de redes conceptuales, con dimensión interdisciplinar, desde ideas ejes, próximas al entorno cultural de los alumnos que caminan hacia una comprensión sistémica.
Cualquier contenido puede explorarse desde una dimensión espacial, personal y global. Todo saber tiene una comprensión temporal si lo situamos en el pasado o lo extrapolamos al futuro. Hay multitud de perspectivas desde las que estudiar cualquier tema. Los contenidos más tradicionales pueden abordarse desde perspectivas nuevas. Un tema no se llega a “comprender” si no nos hemos detenido a valorar todas esas dimensiones. Quedaría reducido a un saber mecánico, acumulativo, nada crítico.
Conviene hacer una precisión. Cuando hablamos de contenidos nos estamos refiriendo a todo lo que se enseña, no sólo a los contenidos cognoscitivos. Hay contenidos actitudinales, procedimentales, verbales, no verbales, pretendidos o no pretendidos. Muchos de ellos se adquieren a través de la forma como se enseña lo que se esta aprendiendo y esa manera de enseñar es una forma de entender la cultura.
El gran desarrollo que ha tenido la física a lo largo de  nuestro siglo ha condicionado la manera cómo en la  enseñanza se han organizado los contenidos culturales. ”Los entes básicos que maneja esta ciencia, conceptos como átomos, campos, fluidos, redes cristalinas, temperatura, etc… Son de naturaleza, digamos “asocial”; en el sentido de que tienen su razón de ser en un mundo ajeno al social, o al, si se prefiere, socio-biológico”. SANCHEZ RON J. M. 1997.
Al primar el estudio de las propiedades y características de entes “materiales”, el modo de razonar de la física, y de la tecnología relacionada con ella, lleva a favorecer modos de actuación sobre la naturaleza que no toman en consideración las peculiaridades  de los seres vivos. De ahí la disyunción entre ciencia y vida, entre saber científico y vivencia social.
Hemos enseñado la ciencia como algo lejano a la dureza de lo cotidiano. PAUL FORMAN 1994 lo describe con claridad cuando afirma que “dedicarse a la ciencia supone una huida de la vida diaria con su penosa crudeza y desoladora vaciedad; una huida de un mundo que nos impone constantemente la penosa obligación de elecciones morales y asunción de responsabilidades”.
LESLIE GROVES  (1962) que dirigió el  Proyecto Manhattan para la fabricación de la primera bomba atómica explicó muy bien cual era la filosofía de su sistema de actuación que se puede aplicar a la manera como hemos presentado en la escuela los contenidos culturales. Su regla era:”cada persona debía saber todo lo que necesitaba conocer acerca de su trabajo y nada más”. Es el hombre “unidimensional” de MARCUSE.
Y ello, en la opinión de muchos, es producto del papel hegemónico  de las ciencias físicas y que han dado origen a lo que se ha llamado las dos culturas. La cultura científica y la cultura humanística y social. El mundo de la razón y el mundo de los sentimientos.
El mundo de los afectos ha sido una realidad olvidada en el aprendizaje escolar. El error tenemos que cargárselo a los griegos que nos han inducido a pensar que los sentimientos son una zona oscura, irracional, de los que no podíamos fiarnos y que por supuesto no se podían educar.
La escuela del siglo XXI tiene que, como venimos diciendo, enseñar  lo que es nuestra realidad desde el paradigma del pensamiento “complejo” y abandonar las premisas cartesianas de la simplicidad y la disyunción, pero tiene al mismo tiempo que incorporar a sus enseñanzas lo que el profesor J. A. MARINA (1997) ha denominado educación sentimental.
No olvidemos que la atención es una de las destrezas fundamentales de la inteligencia y en ella es donde se “suturan” afectividad  e inteligencia. Como decía HUME, la razón por si sola, desenganchada del mundo de la afectividad, es incapaz de mover a los seres humanos.
La vida afectiva es, en la opinión de muchos psicólogos, también  resultado de nuestro entramado cultural. Y puede, por lo tanto, ser enseñada. Los contenidos culturales de la escuela futura deben incluir también  la educación sentimental de nuestros afectos.
A la vista de los grandes fracasos afectivos, tendríamos que decir que debería ser uno de los temas prioritarios al replantearse los contenidos escolares.
En opinión de J. A. MARINA la educación afectiva tendría tres partes: La primera se referiría a la educación sentimental, es decir, a la selección, evaluación, e invención de sentimientos, a la educación de  los deseos, a  la formación del carácter. La segunda se ocuparía de la educación motivacional, de la tradicionalmente llamada educación de la voluntad, que ha de ocuparse de la construcción del “yo” personal, autónomo, capaz de actuar libremente. La tercera se referiría a la educación ética.
Necesitamos diseñar una cultura sentimental que permita unas relaciones interpersonales e intrapersonales satisfactorias. No podemos vivir fuera de los sentimientos y al mismo tiempo, queremos vivir por encima de ellos, dominarlos. Para poder enseñarlos es primordial saber en qué consisten,  poderlos evaluar, para así podernos inventar otros nuevos y saber transmitirlos.
¿Se pueden educar los sentimientos ?. Si, como parece, la contestación es positiva (DANIEL GOLEMAN,CAROL DWECK,..) el mundo de los afectos se convierte en contenidos escolares que hay que  diseñar para convertirlos en objetivos educativos.
El filosofo J. A. MARINA sostiene que la inteligencia tiene que ponerse al servicio de los sentimientos y cuando la inteligencia  se incorpora a la vida afectiva aparece la distinción entre valores vividos y valores pensados. Valores vividos son los valores de una experiencia sentimental, en los que estoy implicado, que afecta a mis metas vitales, que me satisfacen o mortifican.
El ser humano necesita vivir sentimentalmente pero también vivir por encima de los sentimientos. Establece una jerarquía de sentimientos. Trata de vivir de acuerdo con unos valores pensados y eso es lo que produce grandes tensiones. Y desde esos valores, pensados, inventados, fluye un mundo afectivo que nos domina o nos optimiza. La escuela necesita plantearse (pensar) en qué valores va a educar a sus alumnos, para, desde ellos, ayudarles a “sentirlos” inteligentemente.
Saber, sentir, pensar. El titulo de esa reciente publicación, que hemos citado en la bibliografía, nos sirve de síntesis sobre el replanteamiento de los contenidos a los que se enfrente la enseñanza. Tenemos que ser capaces de enseñarles lo que tiene que saber, pero también  tenemos que enseñarles – la afirmación es absolutamente novedosa- a sentir y con esos saberes y sentimientos, enseñarles, por último a pensar.
Un proyecto de  renovación educativa  exige replantearse los objetivos educativos y los contenidos escolares. Son las dos premisas que fundamentan  la transformación que tiene que abordar la escuela. Así lo hemos señalado.
Pero en educación, los planteamientos teóricos tienen que implicarse en la práctica. ¿qué suponen esos nuevos planteamientos ?, ¿cómo hacer para que lo que racionalmente puede ser aceptado como válido, se convierta en una oferta educativa que los alumnos puedan experimentar ?, ¿cuales deberían ser los componentes que garantizasen la eficacia de estas transformaciones ?.
Nuestra propuesta de innovación educativa centra la respuesta en tres cuestiones: Primero replanteándose la organización escolar con criterios de calidad e incorporando procesos metodológicos avanzados; en segundo lugar  la incorporación de las Nuevas Tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje ; y por último construir un proyecto educativo en el que el manejo de los recursos científicos con los que se cuenta, esté al servicio de conseguir mayores cotas de humanización para las generaciones futuras.


ESQUEMA.

REPLANTEAR LOS                               REPLANTEAR LOS
OBJETIVOS DE                                      CONTENIDOS QUE
LA ENSEÑANZA                                    SE ENSEÑAN.

EXIGE.


PROPONER NUEVOS                              ESTABLECER NUEVAS
TIPOS DE ACTIVIDADES                        FORMAS DE ORGANIZA-
DE APRENDIZAJE.                                   CIÓN ESCOLAR.



PROPUESTAS DE TRABAJO.
LA ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS EN LA EDUCACIÓN PRIMARIA.

Los contenidos deben articularse en torno a cuatro vértices :

Adquisiciones instrumentales.

a.-lectura-escritura-expresión oral.
b.-lenguaje matemático.
c.-alfabetización informática “no estructurada”[1]
d.-manejo del segundo idioma.
e.-habilidades motrices fundamentales.

2. Espacio para la expresión y el descubrimiento.

a.-diversos talleres de manipulación y creación en los que se practican diversos lenguajes (musicales, icónicos, escénicos…)
b.-talleres para la investigación y la elaboración de inventos.
c.-programas de estimulación y enriquecimiento de diversos tipos.

3.Programas de educación sentimental.[2]

a.-habilidades sociales.
b.-recursos de autocontrol y seguimiento.
c.-asunción de criterios éticos.

4.el mundo que nos rodea.[3]

a.-el eje de lo cercano a lo global.
b.-el eje de quien nos ha traído hasta aquí.
c.-el eje de la necesidad de inventarnos el futuro.

Esta articulación de contenidos requiere un diseño de programas, tiempos, espacios, formación de grupos, así como un adecuado sistema de seguimiento y evaluación.

[1] Consiste en el hábito  de utilización de los recursos informáticos como usuarios de una serie de programas que  en su propia “práctica” proporcionan el efecto de la alfabetización.
[2] Como hemos señalado ese es un ámbito nuevo que hay que abordar. Su objetivo: educar los afectos, enseñar a vivir los sentimientos propios y compartir los de los demás, fomentar actitudes éticas. El proyecto tiene que concretarse en planes concretos, en tiempos de trabajo y criterios de evaluación con el fin de “explicar” lo que no se debe solo tratar de conseguir  por medio del clima.
[3] Son las ideas claves  en torno a las que se deben articular los contenidos que se propongan. Las expresiones que se utilizan en su descripción reflejan unos ejes  estructurados en torno a las ideas de “espacio-tiempo-y sociedad”.

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