Nuestra sociedad necesita otra escuela. La que tenemos
no se corresponde ya, con los cambios
que nuestro mundo ha experimentado. No
enseñamos la ciencia que hoy explica el mundo, y lo que enseñamos no se
fundamenta en las investigaciones psicológicas actuales. Se está produciendo un
profundo cambio de paradigmas en todos los ámbitos sociales y la escuela sigue
anclada en una transmisión cultural
arcaica y sin sentido. Solo hay que observar
las transformaciones económicas, políticas e incluso éticas que estamos
viviendo. Y la escuela parece como si estuviese al margen.
Hay un sentir general de que los sistemas educativos no
sirven ya a las demandas educacionales
que nos plantea la sociedad. La educación recibida se diluye ante tantos cambios y son otro tipo de
agentes los que determinan la capacidad para adaptarse a esa nueva realidad.
Todavía hablamos
de Educación General Básica, o de educación primaria, incluso de escuela
elemental, lo cual refleja una visión de mínimos que ya no sirven en las
sociedades desarrolladas. Ese enfoque tenía sentido cuando los sistemas educativos se planteaban la
necesidad de ofrecer a toda su población una educación por lo menos elemental.
Ante la limitación de recursos era necesario garantizar unos mínimos para toda
la infancia. Era la escuela de las cuatro reglas, de los aprendizajes básicos
en espera de que algunos, quizá la mayoría, pudiesen seguir aprendiendo. Para
ellos se había preparado las enseñanzas
secundarias (que, como su nombre indica, continúan a las primarias), las
enseñanzas medias, puente para la enseñanza superior.
REPLANTEARSE LOS OBJETIVOS.
No es sostenible semejante planteamiento. Los países
desarrollados no pueden seguir concibiendo el proceso educativo desde el ángulo de los mínimos cuando sus
recursos son recursos suficientes. Es preciso cambiar de rumbo. Los sistemas
educativos deben construirse al servicio
del desarrollo pleno de las potencialidades de cada alumno. No es suficiente
con ofrecerles lo mínimo. La preparación
para incorporarse a la vida social que
se demanda a la escuela no está ya vinculado a una competencia
profesional, sino a una mayor autonomía personal.
La profesión no es ya el horizonte del proceso
educativo. El horizonte es la capacidad de ser persona en un mundo cambiante en
el que las relaciones humanas, los valores éticos y las destrezas profesionales
se modifican permanentemente. Cuanto más incertidumbre, mayor desarrollo
personal; a mayor inseguridad, mayor preparación para lo
desconocido. Ante tanto desconcierto, más confianza en uno mismo. Es la
educación en valores.
Lo importante es conseguir que nuestros alumnos se
sientan bien consigo mismos y que, ante el escenario de su realidad, encuentren
su propio proyecto personal. En ese marco- sentirse bien y buscar un camino-
serán perfectamente capaces de
encontrar su competencia profesional
sin perder la tranquilidad interior. Es necesario replantearse los objetivos de
la escuela.
No tiene sentido seguir hablando tan solo de que sepan
leer, escribir y calcular, cuando se
está produciendo tal cúmulo de cambios a
nivel sociológico y a escala mundial. Necesitamos una escuela en la que se
presente de otra manera la cultura. Mucho más abierta a la realidad
pluricultural que impregna nuestra convivencia, liberada del texto escrito, con
una organización más abierta y en la que
las relaciones sean más flexibles y democráticas, donde se vivan los valores
propios de una ética cívica y en la que se
admitan la diversidad axiológica propia de sociedades plurales. Sin que
eso signifique que tengan que dejar de leer, escribir y calcular.
PIKE Y SELBY 1994. Proponen cinco nuevos objetivos para
la educación del próximo milenio.
En primer lugar tenemos que enseñar a nuestros alumnos
a pensar de un modo sistémico. No sirven
estructuras mentales basadas en las dualidades de la causa y el efecto,
la razón y la emoción, el problema y la solución. Los alumnos tienen que aprender
que los fenómenos y los sucesos están
unidos en una compleja red, interactiva,
multiconectada en la que el efecto es
también causa de su propia causa y que las soluciones, en el mejor de los
casos, son ajustes útiles del sistema.
El mundo es una realidad sistémica que va desde lo
personal a lo global y que el pasado, el presente y el futuro interactúan en todos los ámbitos. Y nosotros mismos no
somos compartimentos estancos a base de cuerpo, emoción, inteligencia y
espíritu. Somos una realidad única que
solo podrá entenderse si nuestras capacidades se desarrollan al servicio de la
autonomía personal.
En segundo lugar tenemos que enseñar a nuestros alumnos
el sentido de la perspectiva. No hay una única explicación de la realidad, cada
uno la interpreta desde un esquema de pensamiento propio y que ese esquema no
puede universalizarse. Ese sentido de la perspectiva va a enseñarles, en
consecuencia, un sentido de la receptividad. Es necesario escuchar al otro,
atender sus puntos de vista, y de esta manera encontrar mayor convicción para
sostener los nuestros y enriquecerlos en el intercambio mutuo.
En tercer lugar, la escuela tiene que enseñar a sus
alumnos otra forma de “estar en el mundo”. Un sistema tan complejo no puede
reducirse a vida social y vida
particular, a ocio y trabajo, a situación personal y contexto sociológico.
Tiene que aprender que las condiciones, las tendencias y los desarrollos son
globales, que los conceptos de justicia, los derechos humanos y la
responsabilidad siempre son colectivos y no individuales. Hay que enseñarles a
construir el futuro, a “darse cuenta” que un futuro será posible, o probable,
en función de como abordemos el presente.
En cuarto lugar, el nuevo objetivo de la escuela, como
consecuencia de los tres anteriores, se propone enseñar a sus alumnos que no se puede vivir sin participar, que
nuestra forma de vida, por muy individual que sea tiene influencias en la
colectividad. Que lo que ahora decidimos marca el futuro. Tanto si no actuamos
como si actuamos de una u otra manera.
Por lo tanto, los alumnos tienen que participar en la
escuela, tienen que ser ellos los que
tomen la iniciativa. Estos objetivos no son afirmaciones filosóficas más o
menos solemnes, sino referentes de otra manera de organizar el proceso de enseñanza aprendizaje.
Y en quinto lugar, la escuela tiene que enseñar a sus
alumnos que la experiencia escolar no es un compartimento estanco dentro del
marco de su desarrollo personal. Todo influye en su propio
crecimiento y que éste también esta condicionado por su experiencia
escolar. En estos momentos, la experiencia escolar es el único espacio para la
reflexión, para el análisis, donde la experiencia vital, afectiva, intelectual,
moral y social, puede “valorarse” para “acrisolarla” (desapareciendo como hace
el crisol), y así enriquecerla ayudando a su construcción.
Son varios los autores que empiezan a proponer
formulaciones distintas para los objetivos. Hemos preferido intentar nuestra propia formulación aún a
sabiendas que es producto de otras muchas.
NUESTRA PROPUESTA.
1. La escuela
tiene que intentar educar para que las personas tengan conciencia de su propia
identidad.
Tenemos que enseñar a que cada uno se asuma a si mismo,
desde la autoconciencia de saberse dotado de una serie de capacidades físicas,
intelectuales, emocionales y espirituales.
El objetivo fundamental de la educación del próximo
siglo es tratar de conseguir que cada uno sea el mismo y no se deje llevar por
la ingente cantidad de estímulos y reclamos, que pueden hacerle vivir “fuera de si mismo”.
2. Ese primer objetivo implica otros dos concatenados
con él. Enseñar a saber comprender otros puntos de vista, reconocer que el
propio no es el único aunque sea en el que deseamos vivir, e interesarse
por los estilos de vida ajenos, de las
otras culturas.
La propia identidad no es una construcción en contra de
nadie sino integradora de todos. Tenemos que enseñar a nuestros alumnos a que
vivan como quieran vivir pero que ese vivir sea producto de una elaboración
reflexiva y crítica a partir de lo que les rodea.
3. Ello exige a la educación tratar de que sus alumnos aprendan a pensar
en el marco de la complejidad, de la interdependencia, de lo sistémico, que es
hoy el tipo de pensamiento en el que se refleja lo más humano de nosotros
mismos.
Se trata de la posibilidad de que se incorporen a los
componentes esenciales de nuestra cultura, no a
destrezas marginales y reduccionistas.
4. Por eso es preciso enseñar a nuestros alumnos
valores como sentido del desarrollo, sensibilidad internacional, compromiso con
formas de vida sanas, deseo de superación permanente, no como hazaña personal
sino como intento para toda la colectividad que ya es algo mundial.
5. Tenemos que asegurarnos de que les enseñamos lo que
sabemos para que puedan sentirse dueños
de la tierra pero tenemos que enseñárselo en el marco de unos valores sin los
que, tanto saber, puede convertirse en un elemento de autodestrucción.
Tenemos que saber para poder vivir en paz, tenemos que
saber para conservar, tenemos que saber para vivir mejor, nosotros y los que
vengan detrás. Y eso tienen que aprenderlo en la escuela.
6. Los objetivos de la nueva escuela tienen dos polos
tensados como las puntas de un arco. En
uno estaría lo que hemos llamado enseñarles su propia identidad en un mundo
múltiple, pero en el otro tenemos que enseñarles a ser ellos mismos como manera de vivir su propia libertad.
Enseñarles a ser libres desde la autoestima y valoración critica de si mismos y
enseñarles a ser libres hacia mayores cotas de libertad colectiva e individual.
El gran reto para la educación del siglo XXI va a
consistir en descubrir formas más
humanas de libertad. Y si son formas humanas serán siempre formas inteligentes,
y si son inteligentes serán también formas éticas de libertad. Libertad para no soportar la opresión, cualquier forma
de opresión. Libertad para poder decidir lo que queremos decidir en el respeto
profundo a las decisiones de los demás. No imponer pero tampoco dejarnos
dominar.
7. La creatividad es, consecuentemente, otro de los
objetivos fundamentales. Lo que haya que saber cada vez va a ser más fácil
encontrarlo y hasta aprenderlo. Pero qué hacer con lo que sabemos, cómo
utilizarlo, cómo reinventarlo, es la gran labor del pensamiento creativo.
Podríamos decir -extrapolando la afirmación hacia el infinito- “lo vamos a
saber todo, incluso todos van a saber todo, pero ¿qué hacer con tanto saber?
¿cómo soportar la sabiduría?. Sólo hay una salida: Invitándoles desde la
escuela a encontrar sus propios caminos. Ayudándoles a que encuentren sus
propios proyectos de vida.
Tenemos que volver al cultivo intenso de la
imaginación. Imaginación que predice y planifica, que supera la propia
experiencia personal y sabe comprender las experiencias y las vivencias de
otros. Imaginación para encontrar solución a tantos problemas y para tomar
decisiones que no están implícitas en el
escenario de lo que hay que decidir.
8. Las habilidades sociales es otra de las dimensiones
que la escuela tiene que fomentar como objetivo fundamental. Ser capaz de
aclarar los estados de deseo, los sentimientos, las preferencias, saberlos
compartir con los demás. Son muchos años enseñando que éste es un mundo oscuro,
que no se puede explicar “analíticamente”, para reconocer que la tarea es
difícil.
Las habilidades sociales van a romper el dogmatismo de
las ideologías, van a posibilitar unas relaciones interpersonales hechas a base
de negociación, de cooperación, de consenso, en el que todos tengamos que vivir
soportando los conflictos y siendo hábiles en su reconducción.
9. En último lugar, sólo en sentido cronológico, la
escuela tiene que enseñar a vivir en la incertidumbre y en la ambigüedad,
asumiendo riesgos y envueltos en la inseguridad. No es posible garantizar casi
nada. Todo está por llegar y en esa semioscuridad es en la que los hombres del
siglo XXI tienen que intentar ser más humanos.
Las posibilidades son casi infinitas pero el riesgo de
la autodestrucción es también de dimensiones cósmicas. Hablar en este contexto
de prepararles para vivir una profesión resulta pueril y casi sin sentido. El
tema es mucho más profundo.
La escuela tiene que enseñarles mucho, porque nuestra
cultura sabe mucho. En todos los campos. Pero tiene que enseñárselo sin que, al
aprenderlo, nos destruyamos poco a poco. Nuestra sociedad ha erradicado el
dolor como situación permanente de vida, nuestros hijos crecen en la
satisfacción, pueden ser capaces de conseguir casi todo lo que se proponen,
pero es frecuente comprobar que nadie sabe para qué tantas oportunidades. El
peligro es el absurdo y la falta de sentido.
En definitiva tenemos que enseñar a nuestros alumnos a
que aprendan de forma activa y crítica lo cual significa que serán capaces
de imaginar, de crear, de comparar, de expresarse, de
ordenar, de categorizar, de reformular, de comprobar, de formular hipótesis, de
reorganizar, de evaluar.
POSTMAN Y WEINGARTNER
1973 lo han llamado el método heurístico.
La experiencia escolar tendría que proporcionarles un
perfil en el que fuese evidente:
- la confianza en su propia capacidad de aprender.
-el disfrute en solucionar problemas.
-la capacidad de discernir entre lo importante y lo que
no lo es.
-que confían más en su entorno que en la autoridad.
-que saben reconocer sus limitaciones y equivocaciones.
-que no se precipitan en las respuestas, y que buscan
siempre más información.
-que saben escuchar.
-que no necesitan respuestas absolutas.
Tenemos que garantizar,
que vamos a enseñar a nuestros alumnos a saber pensar en el marco de un
“pensamiento complejo”. MORIN 1995.
Ya no es válida la visión cartesiana que explica la realidad desde el paradigma de la simplicidad (reducir lo complejo a
simple) que se apoya en el principio de disyunción que fomenta una explicación
dual, mente/cuerpo, sujeto/objeto, filosofía /ciencia, biología/física,
causa/efecto y en el que siempre o casi siempre, a la hora de explicar algo se
ha eliminado el “ruido de fondo” del azar, del desorden, de la ambigüedad, y de
la incertidumbre.
Tenemos que enseñar a pensar desde la “totalidad”, pues
todos los elementos forman parte de un sistema en el que las estrategias de
comprensión se apoyan en la interrelación que implica interdependencia e
interacción, en la naturaleza dinámica de lo que existe o se crea, pues las
estructuras son flexibles, y en la auto-organización ya que cada componente
establece su propio orden para si y en relación con el entorno.
LOS CONTENIDOS DE LA ENSEÑANZA.
Si hay que modificar los objetivos, también hay que
replantearse los contenidos. Hasta ahora la escuela esta ofreciendo a sus
alumnos unos contenidos “androcéntricos y etnocéntricos”, machistas,
nacionalistas, organizados en una estructura rígida y compartimentada,
proponiendo que se comprendan solo con una metodología analítica.
Los contenidos tienen que organizarse de manera
diferente. Frente a esa compartimentación, es preciso una organización
“holística”, un enfoque globalizador, una presentación “interdisciplinar”. Una
interdisciplinariedad, orientada a la resolución de problemas, que enseña las
interferencias y las interrelaciones, que trata de que se comprenda la unidad en la diversidad.
Hay que volver a la organización fundamental.
Adquisiciones instrumentales y todo lo demás. Adquisición de destrezas, cultivo de habilidades y el resto.
Competencia plena en lo instrumental no sólo reducido a
las cuatro reglas, que por supuesto se incluyen sino, a todo ese conjunto de habilidades
sociales, motrices, de razonamiento, de sensibilidad, de talante democrático
que son tan necesarias como las cuatro reglas lo fueron al comienzo del siglo
XX. La escuela no puede enseñar lo mismo que enseñaba hace cien años.
Incluso hay destrezas nuevas que no había entonces.
Alfabetizaciones que en aquel momento no podían preverse. El manejo de más de
un idioma. El uso de los recursos informáticos. La comprensión de lenguajes no
verbales a través de los que
mayoritariamente nos comunicamos. La escuela tiene que enseñar hoy a
comunicarse – en su doble dimensión de
comprensión y expresión,- con la imagen, con el lenguaje publicitario,
con los sonidos y el gesto.
En esa nueva organización de los contenidos hay que
diseñar una estrategia de ayuda al manejo de todos los saberes instrumentales
que hemos diseñado al tiempo que se presenta la realidad que hay que comprender en un enfoque
intercultural. Si estamos en una “aldea global” la comprensión del mundo tiene
que presentarse desde esa globalidad. No tiene sentido, impide el desarrollo de
un pensamiento “complejo” seguir presentado los contenidos por áreas compartimentadas y por visiones
nacionalistas estrechas.
Es inadecuada esa concepción de que la cultura es algo creado por los
sectores sociales dominantes y que la escuela tiene que reducirse a asimilarla.
Pero tampoco es válida la idea postmodernista de que no es posible el diálogo
intercultural que siempre daría lugar a la aniquilación de los más débiles.
Hay otra concepción de cultura, más dinámica, en la que
cada persona, al ir adquiriendo las “herramientas” que posee su cultura
(saberes instrumentales), la recrea y reconstruye. Hacemos cultura al aprender
la cultura, no sólo asimilamos lo que otros han hecho.
A.PEREZ ha hablado de cultura escolar como construcción
transitiva desde una cultura popular a una cultura científica. Una cultura
escolar en la que al aprender lo que pretendemos, pasamos de la cultura que
estamos “viviendo” en nuestro entorno (y esa vivencia es una vivencia “mundial”
gracias a los medios de comunicación) a una cultura crítica, asumida al
desarrollar para comprenderla, ese pensamiento complejo que nos proporciona
autonomía.
Si la cultura escolar es el puente de transmisión entre
cultura popular (sería más adecuado denominarla medio ambiental) y la cultura
crítica, tendrá que conectar con las dos orillas. Y la cultura medioambiental
no se rige por patrones disciplinares. Si presentamos de esa manera lo que hay
que aprender nos quedaremos en la mitad del puente. El saber escolar será un
saber que solo sirve para la escuela.
Lo coherente es que los contenidos a aprender se organicen en torno a
“invariantes culturales”, tendría que ofrecerse en forma de redes conceptuales,
con dimensión interdisciplinar, desde ideas ejes, próximas al entorno cultural
de los alumnos que caminan hacia una comprensión sistémica.
Cualquier contenido puede explorarse desde una
dimensión espacial, personal y global. Todo saber tiene una comprensión
temporal si lo situamos en el pasado o lo extrapolamos al futuro. Hay multitud
de perspectivas desde las que estudiar cualquier tema. Los contenidos más
tradicionales pueden abordarse desde perspectivas nuevas. Un tema no se llega a
“comprender” si no nos hemos detenido a valorar todas esas dimensiones. Quedaría
reducido a un saber mecánico, acumulativo, nada crítico.
Conviene hacer una precisión. Cuando hablamos de
contenidos nos estamos refiriendo a todo lo que se enseña, no sólo a los
contenidos cognoscitivos. Hay contenidos actitudinales, procedimentales,
verbales, no verbales, pretendidos o no pretendidos. Muchos de ellos se
adquieren a través de la forma como se enseña lo que se esta aprendiendo y esa
manera de enseñar es una forma de entender la cultura.
El gran desarrollo que ha tenido la física a lo largo
de nuestro siglo ha condicionado la
manera cómo en la enseñanza se han
organizado los contenidos culturales. ”Los entes básicos que maneja esta
ciencia, conceptos como átomos, campos, fluidos, redes cristalinas,
temperatura, etc… Son de naturaleza, digamos “asocial”; en el sentido de que
tienen su razón de ser en un mundo ajeno al social, o al, si se prefiere,
socio-biológico”. SANCHEZ RON J. M. 1997.
Al primar el estudio de las propiedades y
características de entes “materiales”, el modo de razonar de la física, y de la
tecnología relacionada con ella, lleva a favorecer modos de actuación sobre la
naturaleza que no toman en consideración las peculiaridades de los seres vivos. De ahí la disyunción
entre ciencia y vida, entre saber científico y vivencia social.
Hemos enseñado la ciencia como algo lejano a la dureza
de lo cotidiano. PAUL FORMAN 1994 lo describe con claridad cuando afirma que
“dedicarse a la ciencia supone una huida de la vida diaria con su penosa
crudeza y desoladora vaciedad; una huida de un mundo que nos impone
constantemente la penosa obligación de elecciones morales y asunción de
responsabilidades”.
LESLIE GROVES
(1962) que dirigió el Proyecto
Manhattan para la fabricación de la primera bomba atómica explicó muy bien cual
era la filosofía de su sistema de actuación que se puede aplicar a la manera
como hemos presentado en la escuela los contenidos culturales. Su regla
era:”cada persona debía saber todo lo que necesitaba conocer acerca de su
trabajo y nada más”. Es el hombre “unidimensional” de MARCUSE.
Y ello, en la opinión de muchos, es producto del papel
hegemónico de las ciencias físicas y que
han dado origen a lo que se ha llamado las dos culturas. La cultura científica
y la cultura humanística y social. El mundo de la razón y el mundo de los
sentimientos.
El mundo de los afectos ha sido una realidad olvidada
en el aprendizaje escolar. El error tenemos que cargárselo a los griegos que
nos han inducido a pensar que los sentimientos son una zona oscura, irracional,
de los que no podíamos fiarnos y que por supuesto no se podían educar.
La escuela del siglo XXI tiene que, como venimos
diciendo, enseñar lo que es nuestra
realidad desde el paradigma del pensamiento “complejo” y abandonar las premisas
cartesianas de la simplicidad y la disyunción, pero tiene al mismo tiempo que
incorporar a sus enseñanzas lo que el profesor J. A. MARINA (1997) ha
denominado educación sentimental.
No olvidemos que la atención es una de las destrezas
fundamentales de la inteligencia y en ella es donde se “suturan”
afectividad e inteligencia. Como decía
HUME, la razón por si sola, desenganchada del mundo de la afectividad, es
incapaz de mover a los seres humanos.
La vida afectiva es, en la opinión de muchos
psicólogos, también resultado de nuestro
entramado cultural. Y puede, por lo tanto, ser enseñada. Los contenidos
culturales de la escuela futura deben incluir también la educación sentimental de nuestros afectos.
A la vista de los grandes fracasos afectivos,
tendríamos que decir que debería ser uno de los temas prioritarios al
replantearse los contenidos escolares.
En opinión de J. A. MARINA la educación afectiva
tendría tres partes: La primera se referiría a la educación sentimental, es
decir, a la selección, evaluación, e invención de sentimientos, a la educación
de los deseos, a la formación del carácter. La segunda se
ocuparía de la educación motivacional, de la tradicionalmente llamada educación
de la voluntad, que ha de ocuparse de la construcción del “yo” personal,
autónomo, capaz de actuar libremente. La tercera se referiría a la educación
ética.
Necesitamos diseñar una cultura sentimental que permita
unas relaciones interpersonales e intrapersonales satisfactorias. No podemos
vivir fuera de los sentimientos y al mismo tiempo, queremos vivir por encima de
ellos, dominarlos. Para poder enseñarlos es primordial saber en qué
consisten, poderlos evaluar, para así
podernos inventar otros nuevos y saber transmitirlos.
¿Se pueden educar los sentimientos ?. Si, como parece,
la contestación es positiva (DANIEL GOLEMAN,CAROL DWECK,..) el mundo de los
afectos se convierte en contenidos escolares que hay que diseñar para convertirlos en objetivos
educativos.
El filosofo J. A. MARINA sostiene que la inteligencia
tiene que ponerse al servicio de los sentimientos y cuando la inteligencia se incorpora a la vida afectiva aparece la
distinción entre valores vividos y valores pensados. Valores vividos son los
valores de una experiencia sentimental, en los que estoy implicado, que afecta
a mis metas vitales, que me satisfacen o mortifican.
El ser humano necesita vivir sentimentalmente pero
también vivir por encima de los sentimientos. Establece una jerarquía de
sentimientos. Trata de vivir de acuerdo con unos valores pensados y eso es lo
que produce grandes tensiones. Y desde esos valores, pensados, inventados,
fluye un mundo afectivo que nos domina o nos optimiza. La escuela necesita
plantearse (pensar) en qué valores va a educar a sus alumnos, para, desde
ellos, ayudarles a “sentirlos” inteligentemente.
Saber, sentir, pensar. El titulo de esa reciente
publicación, que hemos citado en la bibliografía, nos sirve de síntesis sobre
el replanteamiento de los contenidos a los que se enfrente la enseñanza.
Tenemos que ser capaces de enseñarles lo que tiene que saber, pero también tenemos que enseñarles – la afirmación es
absolutamente novedosa- a sentir y con esos saberes y sentimientos, enseñarles,
por último a pensar.
Un proyecto de
renovación educativa exige
replantearse los objetivos educativos y los contenidos escolares. Son las dos
premisas que fundamentan la
transformación que tiene que abordar la escuela. Así lo hemos señalado.
Pero en educación, los planteamientos teóricos tienen
que implicarse en la práctica. ¿qué suponen esos nuevos planteamientos ?, ¿cómo
hacer para que lo que racionalmente puede ser aceptado como válido, se
convierta en una oferta educativa que los alumnos puedan experimentar ?,
¿cuales deberían ser los componentes que garantizasen la eficacia de estas
transformaciones ?.
Nuestra propuesta de innovación educativa centra la
respuesta en tres cuestiones: Primero replanteándose la organización escolar
con criterios de calidad e incorporando procesos metodológicos avanzados; en
segundo lugar la incorporación de las
Nuevas Tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje ; y por último
construir un proyecto educativo en el que el manejo de los recursos científicos
con los que se cuenta, esté al servicio de conseguir mayores cotas de
humanización para las generaciones futuras.
ESQUEMA.
REPLANTEAR LOS REPLANTEAR LOS
OBJETIVOS DE
CONTENIDOS QUE
LA ENSEÑANZA SE ENSEÑAN.
EXIGE.
PROPONER NUEVOS ESTABLECER NUEVAS
TIPOS DE ACTIVIDADES FORMAS DE ORGANIZA-
DE APRENDIZAJE. CIÓN
ESCOLAR.
PROPUESTAS DE TRABAJO.
LA ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS EN LA EDUCACIÓN
PRIMARIA.
Los contenidos deben articularse en torno a cuatro
vértices :
Adquisiciones instrumentales.
a.-lectura-escritura-expresión oral.
b.-lenguaje matemático.
c.-alfabetización informática “no estructurada”[1]
d.-manejo del segundo idioma.
e.-habilidades motrices fundamentales.
2. Espacio para la expresión y el descubrimiento.
a.-diversos talleres de manipulación y creación en los
que se practican diversos lenguajes (musicales, icónicos, escénicos…)
b.-talleres para la investigación y la elaboración de
inventos.
c.-programas de estimulación y enriquecimiento de
diversos tipos.
3.Programas de educación sentimental.[2]
a.-habilidades sociales.
b.-recursos de autocontrol y seguimiento.
c.-asunción de criterios éticos.
4.el mundo que nos rodea.[3]
a.-el eje de lo cercano a lo global.
b.-el eje de quien nos ha traído hasta aquí.
c.-el eje de la necesidad de inventarnos el futuro.
Esta articulación de contenidos requiere un diseño de
programas, tiempos, espacios, formación de grupos, así como un adecuado sistema
de seguimiento y evaluación.
[1] Consiste en el hábito de utilización de los recursos informáticos
como usuarios de una serie de programas que
en su propia “práctica” proporcionan el efecto de la alfabetización.
[2] Como hemos señalado ese es un ámbito nuevo que hay
que abordar. Su objetivo: educar los afectos, enseñar a vivir los sentimientos
propios y compartir los de los demás, fomentar actitudes éticas. El proyecto
tiene que concretarse en planes concretos, en tiempos de trabajo y criterios de
evaluación con el fin de “explicar” lo que no se debe solo tratar de
conseguir por medio del clima.
[3] Son las ideas claves en torno a las que se deben articular los
contenidos que se propongan. Las expresiones que se utilizan en su descripción
reflejan unos ejes estructurados en
torno a las ideas de “espacio-tiempo-y sociedad”.
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